Saturday, February 15, 2014


EL CANTO DE CLEMENTINA.

Sonó la alarma del reloj a las 6 de la mañana, tal y como lo venía haciendo desde hacía ya un año. Las cobijas y las sabanas estaban como siempre, acomodadas al pie de la cama en un orden perfecto. Ese orden que tanto gustaba a Eusebio, y que tanto había pregonado en sus visitas al bar de Clementina. La ropa deportiva, descansaba como todos los días en la mecedora de caoba que Eusebio tenía desde... quien sabe cuanto tiempo atrás. Las cortinas de la ventana estaban abiertas de par en par, y la luz del sol de invierno no aparecía aún.

En la cocina, ubicada por extraño que parezca en la planta alta del departamento, ya se podía oler el café que se preparaba en la olla. La tostadora emitía a su vez, el característico chasquido cuando el pan dorado salta desde sus entrañas. Clementina disfrutaba el preparar a Eusebio el desayuno, no es que Eusebio le agradeciera el gesto, ni tampoco tenía que ver con el sueldo que se le pagaba por esta simple labor; era algo mas, era sentirse útil y necesaria en este mundo, un mundo que, muchos años antes la había rechazada y casi hasta expulsado.

La niñez de Clementina fue muy común, nació en una casa humilde en las afueras de la ciudad y creció con las carencias normales de una niña de la posguerra. Su padre partió a luchar una guerra sin sentido, y nunca volvió. Su madre había fallecido años antes de que el conflicto bélico estallara y por tanto al conocer el triste destino de su padre en los campos de batalla, Clementina paso a ser responsabilidad de su abuela quien no tuvo mas remedio de internar a a la pobre chiquilla como ella le llamaba en el convento de las madres mercedarias al sur de la ciudad.

Su juventud en cambio, se caracterizó por las tragedias que año con año se sucedían , y que incluso la llevaron a pensar en el suicidio a la edad de los 38. De no haber sido por la venturosa intervención de Eusebio, Clementina sería, como ella misma lo define un alma mas en pena en esta triste ciudad. Eusebio a su vez era un empresario venido a menos, resentido con el mismo por haber desperdiciado la fortuna familiar y que se refugió en el alcohol y las drogas para olvidar que por el, por su culpa la familia De La Palma había perdido la posición que generación tras generación habrían mantenido en los mas rancios círculos del puerto.